No fue Constantino el Grande quien construyera el famoso hipódromo; quien lo planeó e hizo construir fue el emperador romano Septimio Severo, enérgico militar, en el año 203 d. C. Sí, en cambio, fue Constantino quien le dio las dimensiones que lo hicieron famoso, ya que en el hipódromo debían caber, al menos, unas 50000 personas.
Asistir a las carreras de carros era la gran pasión de los habitantes de Constantinopla, pero esta hermosa construcción no se utilizaba solo para eso: el hipódromo fue también utilizado para organizar fiestas en honor de generales victoriosos, celebrar juicios importantes, ejecuciones, etcétera.
Este era el único lugar donde el emperador, nominado por Dios para gobernar sobre su pueblo, con el poder absoluto en sus manos, era insultado por miles de personas solo porque no pertenecía a su equipo de carros preferido.
El basileus (título con el que se designaba al emperador), accedía a su podio a través de los jardines de su palacio. Este podio estaba a una considerable altura y era inaccesible por los lados, para asegurar la integridad del basileus ante la posibilidad de tumultos y matanzas entre los ya mencionados partidos que le pudiesen afectar. En un nivel menos elevado estaban los palcos de los ministros y generales. La emperatriz y las damas principales veían el espectáculo desde una galería contigua a los palcos.
Hoy es una plaza en el centro de la actual Estambul en la que aún se conservan los dos obeliscos que se encontraban en el centro de la pista de carreras, uno de los cuales pertenecía al más grande de los faraones egipcios de toda la historia, Tutmosis III.
www.imperiobizantino.com/constantinopla.htm (Adaptación)
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