2.1 Las críticas a la monarquía absoluta
En el Antiguo Régimen se había impuesto en Europa la monarquía absoluta de derecho divino, que consideraba que el poder del rey provenía de Dios. Por eso, el monarca concentraba los poderes legislativo, ejecutivo y judicial; dirigía la economía y el ejército. Además, prescindía de convocar Cortes o Parlamentos, donde estaban representados los tres estamentos: la nobleza, el clero y el pueblo. Los sistemas políticos parlamentarios, donde el poder del rey estaba limitado por un Parlamento, fueron escasos, siendo Inglaterra el caso más destacado.
En el siglo xviii, algunos ilustrados criticaron el absolutismo. Así, Voltaire propuso limitar el poder del rey mediante un Parlamento, siguiendo el modelo inglés; Montesquieu defendió la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y criticó su concentración en el rey; y Rousseau afirmó que la soberanía o poder reside en la nación o conjunto de los ciudadanos, por lo que los gobernantes deben guiarse por la voluntad general de estos.
2.2 El despotismo ilustrado
Hacia mediados del siglo xviii, algunas ideas ilustradas fueron asumidas por diferentes monarcas europeos. Surgió así el llamado despotismo ilustrado, que intentó conciliar el absolutismo con las ideas de progreso de la Ilustración. En él, los monarcas siguieron concentrando todo el poder, pero llevaron a cabo reformas encaminadas a alcanzar el progreso y la felicidad de sus súbditos: impulsaron la educación, fundaron hospitales, protegieron la agricultura, fomentaron la industria y el comercio, etc. Esta forma de gobierno quedaba resumida en un principio: «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo».
Los monarcas ilustrados más destacados fueron Luis XV en Francia, Carlos III en España, José I en Portugal, Catalina II en Rusia, José II en Austria y Federico II en Prusia.
2.3 Las nuevas relaciones internacionales
En el Antiguo Régimen, los estados europeos lucharon por conseguir la hegemonía o supremacía en el continente y en las colonias. Durante el siglo xvi y parte del xvii, la casa de Austria impuso la hegemonía hispánica, gracias a la gran herencia territorial recibida por Carlos I en Europa y al extenso imperio colonial conquistado en América. Este hecho provocó constantes guerras con las demás potencias europeas. Como resultado, a mediados del siglo xvii, la monarquía hispánica perdió la hegemonía europea en favor de Francia, y la hegemonía colonial ante las Provincias Unidas►, Inglaterra y Francia.
En el siglo xviii se implantó en el continente el principio del equilibrio europeo, impulsado por Gran Bretaña. Sostenía que las potencias europeas debían mantener equilibradas sus fuerzas para impedir que ninguna se impusiese a las demás. En el terreno colonial, las luchas y las victorias de Gran Bretaña la convirtieron en la mayor potencia colonial del mundo.