1. El origen de la filosofía
En nuestros días, hay personas que cuestionan la utilidad de la filosofía porque la consideran una disciplina que tuvo razón de ser hasta que la ciencia nos permitió obtener un conocimiento objetivo de la realidad.
Para saber si la filosofía ha dejado de tener sentido, vamos a analizar las inquietudes que tenían las primeras personas que se plantearon cuestiones filosóficas. Esto nos permitirá distinguir entre la filosofía concebida como una determinada actitud, un modo de situarse frente al mundo, y la filosofía entendida como una disciplina de conocimiento, independiente y diferenciable de otras formas de saber.
1.1. La filosofía como actitud
La actitud filosófica es un modo específicamente humano de relacionarse con el mundo. El resto de seres vivos habitan en él sin plantearse ninguna cuestión en relación con su entorno. Los seres humanos, en cambio, no nos conformamos con lo dado; necesitamos una explicación de lo que nos rodea. Esa explicación no viene dada de modo inmediato, sino que necesita ser buscada.
La actitud filosófica consiste, precisamente, en buscar permanentemente la explicación que se esconde detrás de lo que se nos ofrece a primera vista y que, de hallarla, le daría sentido.
A todos nos ocurre con cierta frecuencia que, de pronto, algo que nos había pasado casi desapercibido por familiar reclama nuestra atención y nos sorprende. Eso debió ser lo que le ocurrió a Newton el día en el que la manzana, al caer del árbol, golpeó su frente. Seguramente, habría visto muchas veces caer frutas de los árboles, pero aquel día se sorprendió por el hecho cotidiano y le surgió una inquietud que no lo abandonó hasta que encontró la explicación de lo sucedido.
Esta actitud es consustancial al ser humano y ha existido siempre; por tanto, no le podemos buscar un origen en el tiempo. Sin embargo, la constatación de su existencia no debe interpretarse como un indicio de la presencia de la filosofía como forma de conocimiento específica. Esta última sí tiene un origen histórico. Además, la actitud filosófica no es causa única de la filosofía; también puede afirmarse que se encuentra en el origen de la ciencia e, incluso, de la religión.
1.2. La filosofía como disciplina
La filosofía concebida como un saber específico nació en las colonias griegas de Asia Menor, en el siglo VI a. C. Los primeros filósofos fueron descendientes de aventureros que se atrevieron a abandonar su tierra natal para colonizar las islas del mar Egeo y las costas de la península de Anatolia (actual Turquía). Precisamente en Mileto, una de esas colonias, vivió Tales, a quien se considera iniciador de la filosofía.
Pero ¿en qué consistió la originalidad de Tales para que le hayamos concedido ese honor? Anteriormente, otros pensadores habían ofrecido explicaciones sobre el origen de todo lo que nos rodea, pero no habían recurrido a la razón, sino a la imaginación y la fantasía.
A Tales de Mileto se le considera iniciador de la filosofía porque fue el primero que se atrevió a ofrecer una explicación sobre el origen de la naturaleza empleando la observación y la fuerza de su razonamiento.
Ya en Tales podemos encontrar algunas de las características fundamentales de esta disciplina de conocimiento:
- Se inicia con un reconocimiento de la ignorancia. El filósofo se cuestiona y asume que no sabe lo que los demás dan por sabido. Así, se prepara para emprender el verdadero camino de la filosofía, que lo conducirá a pensar a fondo por sí mismo hasta encontrar sus propias respuestas.
- Es un saber teórico que aspira a transformar la realidad. Quien se acerca a la filosofía no lo hace para aprender a fabricar algo, sino para satisfacer su afán de saber, para comprender mejor la realidad y poder mejorarla en la medida de lo posible.
- Posee afán de universalidad. La filosofía no rehúye ninguna cuestión que el ser humano pueda plantearse, por muy general que esta sea. Otras disciplinas, en cambio, seleccionan un aspecto concreto de esa realidad y rehúsan responder a todo lo que no esté estrechamente relacionado con su objeto de estudio.
- Utiliza la razón como instrumento de conocimiento. El filósofo elabora sus doctrinas a partir de una reflexión racional. Cuando quiere defender una idea o mostrar un error, recurre a la argumentación racional.
- Es un saber radical. Del mismo modo que no renuncia a responder a ninguna pregunta, tampoco se detiene hasta llegar a la raíz desde la que surge una auténtica respuesta, por muy profunda que esta se encuentre.