Observa las imágenes. ¿Cuántos son los protagonistas de la historia?
¿Cuál crees que es el tema del libro que consultan?
–Lo primero que vamos a hacer para la fiesta son unos espejos de la risa —dijo Penélope consultando el libro de óptica—. ¿Sabéis lo que son?
—¿Espejos de la risa? Sí, yo sé lo que son —dijo Bert—. Son los espejos de la habitación de Milena. Cada vez que Milena se prueba uno de sus horrorosos vestidos y se mira en ellos, seguro que los espejos se parten de risa. ¿A que sí, Enid?
—Por favor, Bert, no seas crío —contestó Enid—. Esto va en serio.
—¿Sí? Pues yo creía que iba de risas
...
—Los espejos de la risa no reflejan tu imagen como es en realidad, sino deformada —intervino Penélope, zanjando de ese modo la discusión—. En algunos te ves bajo y gordo, en otros alto y esbelto
...
—¡O sea, que son mágicos!
—No, Enid, no son mágicos —aclaró Thomas—. Son... científicos. Pero, según el libro, parecen bastante fáciles de fabricar. Solo hay que curvar un espejo normal.
—Sí. Los espejos normales son planos, y eso hace que formen imágenes del mismo tamaño que el objeto real —apuntó Penélope—. Pero, si el espejo está curvado hacia fuera, entonces la imagen que forma es más pequeña que en la realidad.
Hojear: pasar las hojas de un libro leyendo deprisa.
Invertido: del revés.
Óptica: invención de lentes para mejorar la visión.
Zanjar: acabar, terminar un asunto
—Sí, es verdad. Es como cuando te miras por la parte de fuera de una cuchara —recordó Bert—. Te ves como aplastado
—Se llaman espejos convexos —dijo Thomas con aire de entendido—. Lo pone en el libro
Los espejos curvados hacia fuera se llaman convexos.
—Sí; y los otros, los que se curvan hacia dentro, se llaman cóncavos —añadió Penélope—. Viene todo en ese libro de ahí.
—Ya...
Como cuando te miras por la parte de dentro de una cuchara —Bert parecía decidido a insistir con aquella comparación—. Te ves la cara alargada, ¿a que sí?
—Sí, bueno...
—Penélope hojeó el libro de óptica, buscando algo—. Depende de dónde te sitúes. Si te acercas al espejo cóncavo, entonces te ves así, alargado. Pero si te alejas, te ves al revés
—Eso se llama «imagen invertida» —puntualizó su hermano.
—Se me ocurre una idea —dijo Enid—. Para hacer esos espejos, lo mejor será que le pidamos ayuda al cristalero real. Porque yo no tengo ni idea de cómo fabricar espejos cóncavos y convexos.
—Muy bien —Penélope miró la habitación en la que estaban, uno de los salones donde iba a celebrarse la fiesta—. Podríamos poner aquí los espejos curvos, y luego, en otra habitación más pequeña, podríamos forrar todas las paredes y el techo de espejos normales. Así las imágenes rebotarán de un espejo a otro y se verán infinitas veces; ya veréis qué bien queda.
Dirigidos por Enid, todos se fueron a ver al cristalero real, que tenía su taller en una de las torres de la parte norte del castillo.
Ana Alonso, La fiesta del arcoíris. Ed. Anaya.