
Una ayuda para llegar a puerto
Ayer hicimos una excursión de lo más original: ¡fuimos a dar un paseo por el mar en un remolcador! Llegamos temprano al puerto y nos dieron unos chalecos salvavidas y unas botas de agua para que no nos resbaláramos.
—¡Vaya barquito más pequeño! —dijo Tomás, en tono de burla.
—Pequeño, pero matón —comentó un marinero con el ceño fruncido, sin dejar su faena.
El comandante era un viejo marino de pelo blanco, con la cara morena y surcada de arrugas.
—¿Qué queréis saber de estos barcos? —nos dijo cuando ya habíamos salido del puerto.
—¿Para qué sirve un remolcador...? —preguntó Jaime ingenuamente.
—¡Pues para qué va a servir, para remolcar! —respondió Laura con sorna.
Todos nos echamos a reír y Jaime se puso colorado. Pero el comandante no se inmutó:
—No os riais, porque ha hecho una buena pregunta. Claro que sirve para arrastrar a otras naves más grandes cuando se acercan a la costa. Pero lo importante es por qué lo hace. Los remolcadores ayudan a los barcos a ir por el lugar correcto evitando los escollos submarinos y las zonas poco profundas donde podrían encallar. Mirad a babor.
Nos habían explicado antes que, en los barcos, babor es el lado izquierdo y estribor el lado derecho. Así que miramos a babor y vimos no muy lejos un gran barco encallado, apoyado en un costado.
—Ese barco encalló allí durante una tormenta. Afortunadamente no hubo víctimas, pero el barco ya no sirve para nada y hay que desguazarlo.
Al poco rato llegamos junto a un barco enorme. Lanzaron las amarras desde arriba y el remolcador empezó a tirar de él, siguiendo la ruta por la que habíamos venido. Parecía increíble que un barco tan pequeño pudiera arrastrar a ese monstruo de acero.
—Hay otra cosa para la que sirve el remolcador —dijo el capitán—. Os parecerá evidente, pero es la más importante. ¿Quién lo sabe?
A Jaime se le iluminó la cara y dijo, levantando la mano:
—¡Para que los barcos puedan llegar al puerto!
—¡Exacto! —exclamó satisfecho el comandante—. ¿De qué sirve esquivar escollos y evitar bancos de arena si al final no vas a ninguna parte? Lo que tiene que hacer el barco es llegar a su destino: entrar en el puerto y atracar. Para eso sirve la ayuda de los remolcadores.
Nos despedimos del comandante en el muelle. Laura, que es una descarada, le preguntó:
—Oiga, ¿y usted cómo se llama?
—Yo me llamo Rafael, pero los amigos me llaman Rafa.
—¿Y el remolcador tiene nombre?
—Sí, tiene un nombre muy bonito: se llama Esperanza.
- ¿Qué dos funciones tiene un remolcador?
- ¿Qué vieron los chicos cuando miraron a babor?
- ¿A qué personaje bíblico te recuerda el nombre del comandante?