Leonardo da Vinci
Leonardo no fue solo un genial pintor. «Más que a la historia del arte pertenece a la historia de la inteligencia humana», ha comentado el historiador del arte André Michel. Arquitecto y escultor, fue también músico y poeta, matemático, astrónomo, físico, químico (estudió los colores), anatomista (practicó la disección), geógrafo, geólogo y óptico. Señaló semejanzas entre la osamenta de los animales y la de los seres humanos. Supo dar su preciso valor a los fósiles. Hizo numerosos y detallados dibujos de animales y plantas. Se interesó por la meteorología y la botánica y proyectó obras de ingeniería.
Nació en 1542 en el pequeño pueblo de Vinci, cercano a Florencia. Tuvo una esmerada educación. Trabajó en el taller del pintor y escultor Verrochio y en 1483 se trasladó a Milán, cuyo soberano Ludovico el Moro, mecenas y protector de las artes, le encargó la estatua ecuestre de su padre, Francisco Sforza. Leonardo aceptó y propuso, además, a su protector la realización de numerosos proyectos originales: cañones de un nuevo tipo, máquinas de guerra, navíos incombustibles, caminos, puentes, túneles, canalizaciones de agua… También en Milán pintó su célebre Sagrada Cena. Otra vez en Florencia, pintó en 1506 la hermosa Gioconda. Posteriormente, aceptó la invitación del rey Francisco I y fue a Francia, donde murió en 1519. Leonardo encarna el espíritu científico liberado de la influencia eclesiástica, una ciencia laica fundada sobre la experiencia y el cálculo.
Nos ha dejado más de 5 000 páginas de notas muy diversas en una escritura casi indescifrable, con millares de esquemas y croquis de asombrosa variedad. Por todo ello, Leonardo es el símbolo del entusiasmo descubridor que caracteriza a la Europa del siglo xvi y contribuyó con su esfuerzo al progreso de la inteligencia humana.
J. B. Duroselle
Historia de los europeos
Aguilar (Adaptación)
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