Actividades interactivas
La psicopatología describe y explica los fenómenos psíquicos anormales. En la época del capitalismo globalizado aparece un nuevo escenario psicopatológico. En los últimos treinta años, las neurosis clásicas de principios del siglo xx (histerias, fobias, obsesiones) sobre las que creció el psicoanálisis son sustituidas por las patologías de la hiperexpresión y los desórdenes de tipo narcisista, características de las nuevas generaciones videoelectrónicas. Actualmente tenemos dos sistemas de clasificación para ordenar los comportamientos patológicos:
«A lo largo de la historia encontramos dos imágenes contrapuestas de la condición humana: la racional y la irracional. Mientras el Hamlet de Shakespeare ensalza a la especie humana: ¡noble por su razón!, ¡infinita por sus cualidades!, ¡semejante a un dios por su entendimiento!, otros, como el ilustre poeta T. S. Elliot, se lamentaban de que “los hombres fueran vacíos... una cabeza llena de paja”.»
David G. Myers
Uno es el CIE-10, que es la Clasificación Internacional de las Enfermedades, auspiciada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), aprobado en 1990, que incluye una taxonomía de los trastornos emocionales, de la conducta y del desarrollo. Desde el año 2007 la OMS está elaborando el CIE-11 y se espera su publicación en el año 2017.
Otro sistema taxonómico es el DSM(Diagnostic and Statistical Manual) de la APA (Asociación Psiquiátrica Americana). Es una especie de vademécum para uso clínico que aporta datos epidemiológicos y criterios específicos para cada trastorno, y es el más aceptado entre los especialistas.
Desde el DSM-I (1952), que diagnosticó 66 trastornos, pasando por el DSM-III (1980), que diagnosticó 206, hasta el DSM-IV-TR actual (de 2005), ha habido grandes modificaciones y un aumento del número de categorías diagnósticas. El DSM-5 (la APA abandona los números romanos) se publicó el 18 de mayo de 2013.
Esta clasificación facilita la organización de los datos y favorece la comunicación entre los científicos, pero también tiene sus desventajas, como el estigma social que supone declarar a una persona enfermo mental, y problemas de fiabilidad respecto al diagnóstico y tratamiento de algunos trastornos.
Los diagnósticos son subjetivos. Son juicios de valor basados en lo que una sociedad o un grupo consideran anormal. No debemos olvidar que en tiempos pasados fueron consideradas enfermedades mentales la «drapetomanía» (compulsión de los esclavos negros para escaparse), la sexualidad de mujeres viudas o divorciadas y la homosexualidad (desaparecida de la clasificación de trastornos mentales en 1980, en el DSM-III-R). Paul Watzlawick decía con ironía que este ha sido el mayor éxito psiquiátrico en la historia humana. A golpe de lápiz, millones de personas fueron «curadas de un trastorno mental».
I. Psicopatología y procesos psicológicos
|
|
|
II. Trastornos asociados a necesidades biológicas y adicciones
|
|
|
III. Psicopatología del desarrollo
|
|
|
IV. Estrés y trastornos emocionales
|
|
|
V. Trastornos psicóticos y de personalidad
|
|
|
La sociedad actual, con su excitado ritmo de actividad y competitividad, su culto al éxito, la cultura de la satisfacción inmediata, la incomunicación y la desconfianza hacia el otro, crea un terreno propicio para el desarrollo de trastornos depresivos. Ahora bien, cada persona padece su propia depresión.
Depresión
«Es una de las enfermedades más populares de nuestro tiempo. Pienso ahora que debió comenzar alrededor de mis diecisiete o dieciocho años. Desde entonces no me ha abandonado. Hoy tengo treinta y dos, y si me tomo la molestia de calcular la duración de mis sufrimientos diré que son quince años. Sin embargo, no podría decir que a lo largo de todos esos quince años el sufrimiento fuera constantemente de la misma intensidad. A veces aumentaba, otras disminuía.
[...] Todos saben qué es la depresión: todo es gris, frío, vacío. Nada produce alegría, y todo lo doloroso provoca un dolor exagerado. Se pierden las esperanzas y no se ve nada más allá de un presente desdichado y privado de todo sentido. Todas las cosas que se dicen regocijantes no nos regocijan en absoluto. Las dos características de la depresión son la soledad y la desesperación.»
Fritz Zorn: Bajo el signo de Marte, Barcelona, Anagrama, 2009, p. 108.
¿Cuál es la principal diferencia entre la tristeza y la depresión ante una situación vital?
¿Varían las depresiones en función de la edad y del origen cultural del sujeto?
La depresión puede definirse como un profundo malestar que afecta a todo el cuerpo, los pensamientos y el estado de ánimo. No es un estado de tristeza pasajero, una debilidad personal, ni una actitud personal que pueda cambiarse según nuestra voluntad.
Cuando una persona está deprimida, sus pensamientos suelen ser negativos, existe malestar físico en forma de abatimiento y dolor, y las emociones están cargadas de tristeza y desesperanza hacia la vida.
La depresión interfiere gravemente en la actividad cotidiana del individuo y posee características propias según la edad de la persona que la padece. Puede aparecer ante una situación estresante o desarrollarse a lo largo del tiempo.
Para diagnosticar una depresión es importante saber que su origen no se debe al consumo de drogas, que es diferente de la manía y no debemos confundirla con los periodos de duelo, que se producen por la muerte de un ser querido.
En general, podemos distinguir dos tipos de depresiones: endógenas y exógenas. En las depresiones endógenas no existe una causa externa y son producto de factores biológicos (deficiencia en el neurotransmisor serotonina), la herencia genética o problemas neurológicos. Las depresiones exógenas pueden originarse por algún conflicto psicosocial, como divorciarse o estar sin trabajo.
Otra distinción se establece entre depresión unipolar frente a depresión bipolar. La depresión unipolar es el trastorno común en el cual puede haber uno o más episodios depresivos. En cambio, en la depresión bipolar, el paciente alterna episodios depresivos y maniacos (está eufórico, hiperactivo, etc.).
Los síntomas más significativos de la depresión son:
Físicos. Problemas de sueño (insomnio), pérdida de apetito, falta de actividad y deseo sexual. También suelen aparecer dolores de cabeza, estreñimiento y pérdida de la menstruación en las mujeres.
Anímicos. Tristeza e irritabilidad, un excesivo nerviosismo, sentimientos de vacío e impotencia.
Cognitivos. El rendimiento cognitivo de un deprimido es menor, porque disminuye la atención y concentración en sus actividades cotidianas.
Según el psicólogo Aaron T. Beck, una persona con depresión tiene una visión negativa de sí misma, de su entorno y de su futuro. Su modelo cognitivo para la depresión considera que la valoración negativa, más que un síntoma, es una causa de la depresión; por esto su terapia aborda el cambio cognitivo del sujeto.
Las personas deprimidas tienen bajo estado de ánimo y alteraciones de otras funciones (como el sueño, la libido y la memoria), debido a una caída de la actividad de los circuitos cerebrales que utilizan serotonina. En la actualidad, uno de los antidepresivos más utilizados es el Prozac o «píldora de la felicidad».
Motivacionales y conductuales. El síntoma más característico es la disminución en la capacidad de gozar y disfrutar de la vida. El deprimido puede abandonar los estudios o el trabajo y le cuesta realizar cualquier actividad, como asearse cuando se levanta o decidir con qué ropa se vestirá.
Interpersonales. Un deprimido mantiene unas relaciones tensas con las personas que le rodean, sea en el ámbito familiar o laboral. La evitación social que acompaña a la depresión hace que a la persona le resulte más difícil relacionarse, lo que agrava el problema.
La terapia cognitivo-conductual enseña a los pacientes depresivos a reflexionar sobre la validez de sus creencias disfuncionales y a cambiar la forma en que procesan la información referente a su persona. También les enseñan habilidades para afrontar situaciones difíciles de la vida social.
La angustia y la ansiedad son inherentes a la especie humana, y en algunos casos constituyen el motor esencial de nuestra vida.
«Todos conocemos la angustia desde la infancia, y todos sabemos que muchas veces es incomprensible, indiferenciada. Es raro que lleve una etiqueta escrita con claridad designando su causa: cuando la lleva, suele ser mentirosa. Podemos creernos y declararnos angustiados por un motivo y que sea por otro; creer que sufrimos por el futuro y, en lugar de ello, sufrir por nuestro pasado; creer que sufrimos por los demás, por compasión, por “simpatía”, y en lugar de ello sufrir por motivos propios, más o menos profundos, más o menos confesables o confesados; a veces tan profundos que solo el especialista, el analista de las almas, puede desentrañarlos.»
Primo Levi: Los hundidos y los salvados, Barcelona, El Aleph, 2006, pp. 61-62.
¿Las crisis de angustia son espontáneas e inesperadas, sin que el paciente pueda relacionarlas con alguna situación estresante?
¿Qué síntomas físicos y psicológicos se producen en una crisis de angustia?
La ansiedad es una sensación difusa, una señal que nos anticipa el peligro o el dolor o que surge cuando no somos capaces de comprender la realidad que vivimos o se tambalea nuestro autoconcepto.
La ansiedad puede ser una sensación en la que se mezclan muchas emociones (miedo, vergüenza, culpa). Y cuando se pierden el control y la voluntad, aparece la angustia, asociada a situaciones desesperadas y a fuertes tensiones psíquicas.
La ansiedad es una respuesta emocional en la que actúan tres sistemas (fisiológico, cognitivo y motor), a veces con escasa covariación entre ellos.
Las manifestaciones de estos sistemas son:
Nivel fisiológico. Mayor activación del SNA expresada en cambios en el sistema cardiovascular (presión sanguínea alta, palpitaciones, incremento de la tasa cardiaca), cambios en el sistema muscular (excesiva tensión muscular), cambios respiratorios y mayor actividad electrodérmica.
Nivel cognitivo. Presentimientos de la situación temida que generan distorsiones cognitivas e ideas irracionales, y sentimientos de miedo o tensión emocional.
Nivel motor. Las conductas motoras, fruto de la activación fisiológica y la valoración cognitiva de la situación, consisten en respuestas de escape o evitación, temblor, quedarse paralizado y tartamudeo.
Los trastornos de ansiedad podemos agruparlos así:
Las fobias (miedo irracional ante una situación).
El trastorno obsesivo-compulsivo (obsesión por un pensamiento o conducta que el sujeto no puede evitar).
El estrés postraumático (tras un episodio violento).
El trastorno de ansiedad generalizada.
Trastornos de ansiedad
|
Agorafobia
|
Fobia social
|
Situaciones evitadas
|
|
|
Respuesta
|
|
|
Actividad evitada
|
|
|
Pensamientos anticipatorios
|
|
|
Curso
|
|
|
En la mitología griega, los guerreros acudían al dios Fobos para intimidar a los enemigos y, antes de acudir al combate, pintaban su rostro sobre las máscaras y los escudos. De ahí proviene que fobos/fobia se admitiera en la patología con el significado de miedo o temor hacia algo.
Una fobia es un miedo excesivo, persistente, irracional y desproporcionado, provocado por determinados objetos, animales, personas o situaciones.
Las fobias se caracterizan por una reacción de atracción y de defensa ante el agente fóbico, que produce intensa angustia en el sujeto, a pesar de que este es consciente de que su temor es injustificado. Las fobias no pueden ser explicadas o razonadas y están fuera del control voluntario del sujeto, que trata de evitar el objeto o la situación temida. Todos los fóbicos saben que su miedo es absurdo, pero no pueden huir de él.
Las fobias se diferencian unas de otras en función de las situaciones o los objetos que inducen miedo, ansiedad o conductas de evitación. Conocemos diferentes fobias en función del estímulo que las provoca:
A los animales, como insectos, roedores, etc.; suelen iniciarse en la infancia.
A estímulos ambientales, como tormentas.
A la sangre, los pinchazos y las heridas.
A situaciones concretas (fobia situacional), como ascensores, aviones, locales cerrados, etc.
Se cree que muchos temores son restos subconscientes de épocas en las que la especie humana sí estuvo amenazada por insectos o reptiles. Pero esta explicación no abarca todos los casos: podría justificar el miedo a las arañas (aracnofobia) o a los animales (zoofobia), pero no explicaría el miedo al número 13 (triskaidekafobia).
El temor es una reacción natural para la supervivencia del individuo y se convierte en fobia cuando:
El objeto temido no entraña ningún peligro real.
El temor es desproporcionado al peligro, o bien incongruente con el resto de la personalidad del sujeto.
Perturba la vida diaria del sujeto.
Las clasificaciones internacionales incluyen tres diagnósticos: las fobias específicas (o simples), la fobia social (o ansiedad social) y la agorafobia.
Casi todas las personas tienen alguna fobia leve: son comunes los temores a las alturas, a los espacios cerrados o a las arañas. Algunas fobias son más una molestia que una incapacidad y pueden desaparecer de forma espontánea, en la infancia o adolescencia.
Acrofobia: Temor a estar en lugares altos.
Aerofobia: Temor a viajar en avión.
Agorafobia: Temor a los lugares abiertos.
Claustrofobia: Temor a los lugares cerrados.
Hematofobia: Temor a la sangre.
Nictofobia: Temor a la noche o a la oscuridad.
Xenofobia: Desconfianza hacia los extraños.
Zoofobia: Pavor hacia los animales.
La agorafobia consiste en el temor a los lugares públicos y se manifiesta por un conjunto de temores: no salir a la calle, incapacidad de coger transportes públicos, evitar lugares donde hay mucha gente, como un cine o el supermercado. Algunos agorafóbicos pueden sufrir ataques de pánico. La persona agorafóbica restringe su vida a un territorio cada vez más estrecho para protegerse contra la angustia.
La fobia social es un miedo ante situaciones sociales donde la persona se expone a ser observada, evaluada o humillada por otros y a comportarse o hacer algo embarazoso. Es un signo de inseguridad y de culpabilidad frente a la mirada ajena.
La fobia social se diferencia de la agorafobia en las conductas de evitación, en las respuestas fisiológicas del sujeto y en el contenido de sus pensamientos, que suelen ser negativos y derrotistas. Se puede presentar en diversas formas, como miedo a ser observado en el trabajo o miedo a hablar en público.
«Todas las deformaciones, las jorobas psíquicas y las excentricidades están tan diluidas en la sociedad que resulta difícil percibirlas, pero, aquí concentradas, revelan claramente el rostro de los tiempos que vivimos. Los manicomios son los museos de las almas.»
Stanislav Lem: El hospital de la transfiguración, Madrid, Impedimenta, 2008, p. 207.
El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) se clasifica en el DSM-5 como un trastorno de ansiedad, que se manifiesta con obsesiones, compulsiones o ambas, y causa una perturbación significativa en la vida cotidiana de la persona.
Un libro
William Styron: Esa visible oscuridad, Barcelona, La otra orilla, 2009.
Este libro es una crónica de la depresión, un texto sin duda capital en la exploración del alma contemporánea. El novelista norteamericano William Styron (1925-2006) describe en este libro el ataque depresivo que sufrió en 1985-1986, cuando llegaba a los 60. La depresión, afirma, es casi una revelación de lo entrelazados que están los procesos corporales y mentales. Gracias a su testimonio sabemos que la depresión se puede vencer.
Las obsesiones son pensamientos, ideas, imágenes o recuerdos inapropiados no experimentados como voluntarios, sino como invasores de la conciencia y considerados repugnantes o sin sentido.
El término obsesión deriva del latín obssesio, obssesionis, que significa «asedio». La etimología de la palabra es relevante: la obsesión implica que el individuo lucha contra algo externo que se le resiste activamente. Existen diferentes tipos de obsesiones:
De contaminación: miedo a la suciedad o contaminación.
De comprobación: examinar si está cerrada la llave del gas.
De acumulación: acumular multitud de objetos inservibles.
De orden: causa malestar ver objetos «fuera de su sitio».
Otras obsesiones consisten en darle vueltas a un tema religioso, político o a alguna experiencia vital. Hay personas que, después de años de estar separadas, siguen manteniendo un diálogo interno lleno de dudas sobre esa experiencia.
Las compulsiones son conductas repetitivas, hechas de forma estereotipada (se denominan rituales), y se realizan en respuesta a una obsesión. La conducta no tiene una finalidad en sí misma, sino que está orientada a prevenir algún acontecimiento futuro.
Las formas más comunes de compulsiones o conductas rituales son hacer las cosas siempre en un determinado orden, realizar rituales de limpieza, como lavarse continuamente las manos por miedo a la contaminación o a la suciedad. Puede haber conductas rituales sin una obsesión precedente.
Las personas que han vivido situaciones inusuales, como guerras, accidentes de tráfico, catástrofes naturales o agresiones sexuales, pueden sufrir estrés postraumático. Los traumas no son situaciones cotidianas que provocan estrés, sino experiencias en las que estuvo en peligro la vida de la persona.
Aunque no todas las personas viven el acontecimiento con idéntica intensidad y cada una posee distintos recursos para afrontarlo, el psicólogo Enrique Echeburúa destaca tres aspectos comunes en estos pacientes:
Las víctimas suelen revivir la agresión sufrida o la experiencia vivida con recuerdos constantes o pesadillas.
Muestran síntomas de irritabilidad, dificultades para conciliar el sueño y embotamiento afectivo.
Rechazan hablar con sus seres queridos sobre el acontecimiento traumático.
El término esquizofrenia (literalmente «mente dividida») significa fragmentación de las capacidades cognitivas y afectivas. E. Breuler describió en 1911 este trastorno (sustituto del término «demencia precoz») como uno de los más devastadores que existen.
La esquizofrenia es una de las enfermedades más graves y complejas que pueden afectar al psiquismo humano. Su inicio se sitúa al final de la adolescencia o al comienzo de la vida adulta, es padecida por personas de ambos sexos y su incidencia es similar en distintas culturas.
Un libro
Daniel Paul Schreber: Memorias de un enfermo de nervios, Madrid, Sexto Piso, 2008.
Daniel Paul Schreber (1842-1911) nació en Leipzig (Alemania). En 1893 fue nombrado presidente de la Sala en la Corte de Apelación de Dresde. Paul Schreber experimentó tres crisis psicóticas en su vida y estuvo ingresado en una clínica de Leipzig dirigida por el neurólogo Dr. Flechsig en dos ocasiones, desde el otoño de 1884 hasta finales de 1885 y desde noviembre de 1893 hasta junio de 1894. Recuperado de la enfermedad decidió publicar en 1903 el relato de sus delirios psicóticos. Murió internado en 1911 tras una recaída. El libro de Schreber es un gran tratado de psicopatología.
Una película
Ron Howard: Una mente maravillosa. EE. UU., 2001. Duración: 130 min.
Narra la historia de John Nash (1928-2015), matemático galardonado con el Premio Nobel de Economía (1994) que luchó contra la esquizofrenia paranoide desde 1959.
En la esquizofrenia se distinguen dos clases de síntomas:
Los síntomas positivos se manifiestan por la perturbación de las funciones mentales y tener comportamientos estrafalarios. Esta incapacidad para interpretar la realidad se caracteriza por los delirios (creer que alguien los espía), las alucinaciones (ver imágenes u oír voces que les parecen reales) y el pensamiento ilógico (falta de asociaciones entre ideas).
Los síntomas negativos de la esquizofrenia son los que eliminan las habilidades normales como organizarse la vida, ordenar la habitación y ocuparse de uno mismo. También se observan emociones planas y deterioro cognitivo.
La etiología de la esquizofrenia sigue siendo un enigma por resolver. Se han señalado varias causas biológicas: alteraciones genéticas y bioquímicas (relacionadas con la dopamina cerebral), alteraciones cerebrales (asimetría hemisférica), alteraciones en el sistema inmunológico, etc.
Las características más significativas de la esquizofrenia son:
Percepciones perturbadas. Un esquizofrénico puede sufrir diferentes tipos de alucinaciones: auditivas (oye voces que le hablan), visuales (ve formas que no existen en realidad) o cinestésicas (sensaciones de cambio de forma o tamaño de un órgano corporal).
Desorganización del pensamiento. El pensamiento esquizofrénico es fragmentado y deformado sin una base lógica, ha perdido el contacto con la realidad y a otras personas les parece absurdo. La persona con esquizofrenia puede presentar ideas delirantes: de grandeza (se cree con poderes especiales), persecutorias (piensa que es vigilado o perseguido) o somáticas (cree que se estropea su cerebro). También es frecuente la lectura del pensamiento; piensa que otros conocen sus pensamientos íntimos.
Emociones y conductas inadecuadas. El esquizofrénico vive en un mundo ilusorio e inexistente en el que está atrapado, su cuerpo y personalidad le son extraños y sus reacciones emocionales y afectivas son apáticas. No disfruta de la vida, porque le parece vacía y sin significado. A veces, viste de forma estrafalaria, por su pérdida de identidad.
Retraimiento social. Esta conducta está provocada por la dificultad para establecer relaciones interpersonales, ya que las considera insatisfactorias.
Hasta ahora los fármacos antipsicóticos eran el único tratamiento para aliviar a estos pacientes. En la actualidad los psicólogos ayudan a estas personas a vivir con sus experiencias y cambiar sus delirios o creencias desadaptadas.
La psicopatología reconoce cuatro tipos de esquizofrenia:
Paranoide. Se caracteriza por tener ideas delirantes de persecución o de grandeza. Otros síntomas son las sensaciones auditivas (en ausencia de estímulo externo) y la desorganización del lenguaje y del comportamiento.
Catatónica. Las personas que la padecen muestran un negativismo extremo, son pasivos e incomunicativos, mantienen posturas y movimientos corporales extraños y estereotipados (pueden permanecer muchas horas con idéntica postura corporal, igual que un maniquí).
Desorganizada. Las personas con este trastorno presentan un comportamiento infantil en sus poses y gesticulaciones, hablan con personas imaginarias y su afecto es inapropiado y superficial.
Residual. Es característica de personas con síntomas psicóticos moderados, como tener un comportamiento excéntrico o un pensamiento ilógico.
Los trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia y la bulimia nerviosa, son un problema creciente en las sociedades occidentales y pueden afectar a la salud física y al funcionamiento psicosocial del sujeto.
«Existen varios motivos por los que una adolescente o una mujer joven pueden comenzar a restringir la ingesta de alimentos. La sociedad estadounidense promueve la idea de que estar delgada es un requisito importante para las mujeres que quieren tener un físico atractivo. De ahí que muchas jóvenes con deseos de ser atracti- vas acaben desarrollando anore- xia tras meses de seguir una dieta de hambre.»
Jerome Kagan: El temperamento y su trama, Buenos Aires, Katz, 2011, p. 176.
Una dieta deficiente provoca en el organismo un estado de estrés físico y debilita el sistema inmunológico, haciendo que la persona sea más susceptible a las infecciones.
La anorexia nerviosa es un trastorno de la conducta alimentaria que se nutre y crece conforme aumenta el miedo a engordar. Lo que voluntariamente comienza bajo el dominio de la razón (controlar la dieta para perder algún kilo) acaba convirtiéndose en una enfermedad, que ellas mismas se provocan con su huelga de hambre voluntaria.
Aunque la anorexia afecta a ambos sexos, es típica en chicas de 12 a 20 años. La distorsión de la imagen corporal las lleva a percibir su cuerpo deformado. Los criterios para el diagnóstico de la anorexia son los siguientes:
Realización de una dieta obsesiva hasta perder más del 15 % del peso normal.
Ausencia de otra enfermedad orgánica o psíquica.
Tener una imagen de la talla o silueta corporal distorsionada y miedo intenso a ganar peso.
En general, estas personas son buenas estudiantes, hiperactivas y muy perfeccionistas.
Amenorrea o pérdida de la menstruación regular.
En algunos casos, la persona se da atracones de comida y realiza conductas purgantes.
El mayor drama de las personas con anorexia es el perfeccionismo: no admiten cometer errores. Deben aprender que los propios límites nos permiten contactar con la realidad.
Las causas de la anorexia son desconocidas. Algunos psicólogos consideran que su origen radica en la idea de belleza vigente en la sociedad occidental. Otros la describen como una alteración relacionada con el miedo a crecer y a la sexualidad, y con problemas familiares.
Otro trastorno alimentario es la bulimia, propio de mujeres jóvenes, que se caracteriza por comer demasiado y realizar conductas purgativas. Muchas jóvenes también cumplen los criterios de la anorexia nerviosa al inicio de este trastorno.
La bulimia nerviosa se caracteriza por los siguientes síntomas:
Desarrollo de hábitos alimentarios anormales.
Atracones de comida, que provocan en la persona sentimientos de vergüenza, culpabilidad y desprecio. Para mitigar su estado emocional, vomitan, utilizan laxantes, diuréticos o hacen excesivo ejercicio físico.
Dos episodios de atracón de comida a la semana durante al menos tres meses.
Distorsión de la imagen corporal y sensación de pérdida de control sobre el comer.
Estados de ánimo negativos, situaciones estresantes y hambre intensa son algunos de los factores desencadenantes de los atracones.
Las personas bulímicas son conscientes de su conducta desadaptada y, con frecuencia, se sienten culpables y deprimidas. No llegan a ser tan delgadas como las anoréxicas, pero están obsesionadas con el peso y por mantenerse en forma.
Factores predisponentes
|
|
Factores precipitantes
|
|
Factores de mantenimiento
|
|